Emplea un trabajo permanente por cada 10 hectáreas de cultivo y se desarrollan negocios paralelos como cría de búfalos o mulas u otros semovientes, servicios de soldadores, proveedores de herramientas, etc.
Produce más aceite por hectárea, requiriendo menos tierra y espacio que otros cultivos oleaginosos. Cada hectárea técnicamente manejada produce más de 4 toneladas de aceite mientras que para obtener el mismo aceite se necesitarían de 4 a 6 hectáreas de cultivo de soya, su principal sustituto.
Es ambiental y socialmente sostenible si se aplican las mejores prácticas administrativas y operativas. Atendiendo las buenas prácticas de cultivo se tiene estabilidad en la producción por hasta 25 años, sin necesidad de preparar el suelo, conservando su fertilidad y brindando empleo permanente.
La técnica de siembra de los cultivos de palma de aceite previene la erosión (se permite sembrar sólo con pendientes menores del 12%). Si las áreas de siembra se pueden mecanizar con tractor agrícola son aptas para cultivo. Las laderas donde no pueda transitar maquinaria se preservan para otro tipo de actividades.
Para evitar el uso de plaguicidas químicos, se han implementado diversas técnicas de control biológico, así mismo, los tratamientos químicos son dirigidos, no se hacen aplicaciones masivas.
Además, esta palma requiere mucho menos fertilizante, pesticida y herbicida que cualquier otro cultivo oleaginoso, tal como la soya, el girasol y la colza. La conversión de nutrientes en fruta es mayor que en otras especies y parte de estos nutrientes se reciclan si se retornan a campo.
Todas las partes de la palma se utilizan, por lo tanto no hay desperdicios que contaminen: las hojas reciclan materia orgánica en campo; los raquis generan composta o sirven de fertilizante orgánico; la fibra se usa como combustible en la caldera y, las harinas de palmiste se usan para alimento de ganado estabulado.
Es una manera de reforestar productivamente.